sábado, 25 de julio de 2009

Mont Ventoux

Esta tarde, la presente edición del Tour quedará definitivamente vista para sentencia. Todo apunta a que Contador mantendrá el maillot amarillo pero no olvidemos que se sube la montaña maldita y ahí puede pasar de todo.

La mítica cima ha sido final de etapa en escasas ocasiones, la última en 2002 con victoria del tonto de Virenque.

En el año 2000 un Pantani que ya venía tocado por sus problemas depresivos ganó porque el invencible (por entonces) Armstrong no le disputó la etapa cuando ambos iban escapados; este gesto no le gustó nada al italiano y agravó aún más su maltrecha relación. Fue su penúltima victoria en la vuelta francesa. Cuatro años más tarde en la habitación de un hotel de Rímini, el pirata Marco moría fruto de su adicción a la cocaína y de su depresión.

Otros campeones ilustres fueron Jean-François Bernard en la contrarreloj del 87, Bernard Thévenet en el 72, o Raymond Poulidor en el 65.

El 13 de julio de 1967 el británico Tom Simpson moría en sus rampas agarrado a la bicicleta. Una mezcla de calor, alcohol, deshidratación y anfetaminas se lo llevaron por delante.

Dejo en último lugar la victoria del año 70. El caníbal, sobrenombre con el que se conocía a (según muchos el ciclista más grande que jamás haya existido) Eddy Merckx, el hombre que no se arredraba ante nada ni ante nadie, tras una de sus exhibiciones habituales ganó en la cima del Ventoux, nada más soltar la bicicleta cayó desfallecido y necesitó que le pusieran oxígeno para poder respirar.

En noviembre de 2007 andaba el que escribe dando vueltas por la zona viendo otras cosas y por casualidad observé en el mapa que estaba relativamente cerca del pico. Estaba el día bastante claro, lo que me permitió otear el horizonte en dirección a donde se suponía que estaba el mito. Según calculé posteriormente sobre el mapa a unos cincuenta quilómetros se alzaba una mole impresionante que sobresalía claramente sobre la planicie provenzal. Impresionaba.

No es de extrañar, por tanto, que los antiguos moradores de aquellas tierras lo adorasen tal cual si fuese un dios.

Hablan quienes lo han subido, sobre todo si hace calor, que en un momento del recorrido el aire se espesa, cuesta mucho respirar y la sensación es de ahogo. Comentan los mismos que es habitual que en el tramo final sople mucho viento por lo que aumenta la dureza. Pero lo que más llama la atención es que en dicho tramo desaparecen los árboles dejando a la vista una especie de paisaje lunar, que psicológicamente debe de hacer mella en la moral de los ciclistas.

¿Se atreverán los Schleck a lanzar el ataque con la vista puesta en Contador o simplemente lo harán para conseguir los otros dos escalones del podio? Apuesto por lo segundo, aunque si están con fuerzas deberían hacerlo por lo primero, en la montaña sagrada todo puede ocurrir. Aunque no nos olvidemos del santo de hoy: Santiago y cierra España y Contador, que se sepa, es de Pinto.

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