viernes, 30 de enero de 2009

El club de los poetas muertos

Un soneto, Violante no me ordena,
tarea voluntaria que se antoja
ardua, difícil, dura sin ver la hoja,
con ella delante: mortal condena.

Tema no tengo, resulta una pena
tratar de escribir sin más, pues me enoja
cuando en otros lo veo y me sonroja
ahora mi actitud, aunque me llena.

Cuartetos atrás, tercetos acechan.
Brotan palabras, las rimas complejas
me hacen sudar, pues todas se pertrechan

cual monjas de clausura tras sus rejas.
Parece que las musas ya cosechan
para sí estos versos aun con quejas.

miércoles, 21 de enero de 2009

El mayor espectáculo del mundo

Anoche fui plenamente consciente de que cuando voy a una representación de Leo Bassi lo hago, no como quien asiste a un espectáculo, sino como quien va a recibir una disertación política. Bien es cierto que Leo tiene más chispa, ironía, ingenio y mala uva que cualquier profesional del tema y que no quieres que termine porque uno se lo pasa "teta" delante del bufón al contrario de los políticos.

Hace unos pocos minutos he hecho otro símil respecto del mismo asunto. Lo veo como cuando voy al campo de foot-ball a ver a mi equipo. Voy porque juegan ellos, no porque vaya a un espectáculo. Estoy a su lado y quiero que ganen. Si pierden, me voy jodido pero no dejo de ser de ellos. Si han jugado mal pero han ganado, ¡genial!, no fui a disfrutar de las excelencias balompédicas que pudieran ofrecerme sino para estar con los míos.

Pues Leo es de mi bando y me da igual si está bonito lo que hace o no, porque me gusta lo que dice, lo que despierta, lo que transmite. No estoy totalmente de acuerdo en algunos asuntos con él (mi equipo tampoco juega siempre lo bien que a mí me gustaría) y sobre todo tenemos una diferencia fundamental, él cree, yo, ya no, pero me tiene de su lado.

lunes, 19 de enero de 2009

The pillow book

Dado que en un alarde de creatividad y determinación escribo más de una entrada en el día de hoy, os ruego que antes de leer ésta (y las que pudieren seguirla), os paséis por la precedente y la saboreéis o vomitéis según gustos.

La vida, en general, y las palabras (expresión inefable de aquella) en particular no salen cómo ni cuando uno quiere. Esperan el zarpazo oportuno para dispararse desde la membrana grisácea que se supone habita en nuestro caletre. Forzarlas no resulta, se ajan, resultan mustias, previsibles, manidas, tristemente conocidas.

Recoger una alma del arroyo y oficiar de apuntalador debe de ser una empresa complicada. Reconstruir tras la devastación sabiendo que los planos los diseñó un niño en estado de calentura debería ser suficiente para dejar la tarea a otro y darse media vuelta. Todo lo que se levante sobre esa base tiene los días contados por mucho que el empeño en parchear y seguir construyendo sea incansable, tarde o temprano cederá porque la base es endeble.

El alma caprina tirará al monte por mucho que la estabules. El instinto siempre saltará el cercado si no lo derribare impetuosamente azuzado por su irremplazable destino. Sólo quien transita habitualmente por el camino de baldosas amarillas puede pensar en domeñar al que saboreó y sufrió el irresistible paseo por el lado salvaje. Debería saber que cuanto más dócil es su apariencia más fuerte y dolorosa será la estampida.

¿Cuánto tiempo pasará hasta la próxima huida del cálido redil? ¿Tanto merece la pena el período de entreguerras? Si me preguntaras, diría que no.

La vida secreta de las palabras

Alimentando los fastuosos querubines que se alinean delante de todo lo que desbordamos con nuestros etéreos parabienes encuentro una extraña condescendencia cómplice y singular. Probablemente tenga relación con el extraño parto que alumbra mi visión estratosférica desde las alturas que visito en sueños. Cercanía y lejanían cortejan y cotejan miles de misivas ambiguas recibidas por turbas de sirvengüenzas.

Destronando el ínclito a la par que ubérrimo nicaragüense se vislumbra el rito iniciático del que perplejo asiste a su propio libelo. Rompedoras y crujientes preséntanse todas las nínfulas sin ínfulas que desgastan el ozono en aras de su propio bienestar marchito y sutil.

Puedo porque quiero pero no quiero sin poder alargar el tacto del futón cálido e impávido que me acompleja día tras mes y embozo sin gozo. Sintaxis, semántica y gramática conjugan mi infinito interés por saber que tras todo lo que vino alguien se fue.

Sentido cobran, pues, la arquitectónica miríada de sirvientes correligionarios del que tuvo pero no retuvo e, incluso, pareciendo ello una paradójica cuestión extrusivamente aligerada del innecesario becario, logro extraer la síntesis agotadora del buen sátiro para postponer de la mejor manera el implacable torrente de la rugiente marabunta.

El destino inexorable del mormón inflexible tiende por su propia naturaleza al condenado y oscuro terraplén que marca nuestras vidas, tan densas y desnaturalizadas que acongoja el simple hecho de marcar con tiza el fin del equinoccio.

Despierto al pobre dormilón del infierno consular para que considere ampliamente el hecho de proseguir tan ingrata tarea a la que fue destinado sin pestañear desde que el albor fue tal y consiguió distraer la atención del meridional oyente.

Pera, mera, estera, polvera. La repetición del poseidón no deja de ser una mera diatriba colegial y no por ello menos numérica sin cesar de repetir: soy académica, sólo eso, disipadora y rufianesca.

Dominar el método de silabear no garantiza resultados apostólicos sistemáticamente profanados por los coadyuvantes extraordinarios que refrescan el viciado parvulario de Vladivostok.

Paralelamente a cualquier estudio organizado y despótico surge sin voz ni loto, el nenúfar espurio del vencedor incrédulo. Distingo entre la moda mareante, que no marea modular, el desarme estratégicamente hurtado al beneplácito dispar de todos los que de alguna u otra manera tratan de conseguir sin parar ni pasar por fase ecléctica displicente el fastuoso anagrama del universo perenne. Pino, himno, lino, gorrino. Aliados en la esfera consumida del aire cotizado tras pantallas gruesas e ingratas suenan los finos ritmos marciales del verdoso anochecer que traerá, quizá, a vuestras mentes inquietas el simbolismo adecuado para disfrazar tales códigos de eterna falacia glacial.

El bucle pacificador esteriliza mi nívea estructura constreñida al mítico impulso manipulador capado por el temeroso apache vivificador de ulteriores conquistas y apaños más propios de un molusco certero que de un malgache acomplejado. Consigo a duras ciénagas dotar de larga estulticia pero cuando tengo que engancharme al lema superfluo termino con el dislate prolongado del cefalópodo trigonométrico que suena al remedar el hecho en sí mismo poco instantáneo de sufragar el trípode.

Automática expresión de mi atormentada escritura plasmose tras de aquesta última sentencia.

miércoles, 14 de enero de 2009

El hombre que pudo reinar

Mi médico de cabecera además de calarme bien y pronto bebe cerveza. Con unas cuantas de por medio me ha dado un diagnóstico claro, sufro delirios.

A la sugerencia de que si eran de grandeza me ha contestado claramente: "No, sólo deliras".

Me subyugaba la idea de que fuesen del tipo napoleónico, hitleriano o stalinista, pero no, sólo son delirios, sin más, ¿quizá tremens?, de ser así vendrán motivados por la nula metabolización (¿existirá tal palabro?) que nuesto hígado hace del etanol (presente en el alcohol que bebemos tan ricamente, al menos yo y varios más que conozco que agotan sin pestañear hasta el agua de los floreros). Esto también me lo ha dicho el susodicho, lo del etanol, no lo de los floreros aunque también los conoce. Ha añadido que al no metabolizarlo el mencionado órgano lo absorbe sin más y hace que se resienta a la larga. ¿Será por ello que engordo sin remedio? A ver si la curva que desciende desde mi esófago hasta siete centímetros antes de mi polla no es la barriga y es el puñetero hígado...

Si estáis pensando que por decir siete he cogido una regla y he medido el espacio que media entre los citados puntos no sigáis con tal pensamiento porque no lo hecho, es mera intuición a la par que ganas de no caer en la facilidad del cinco o del diez. Igual son siete y medio. Hace tiempo que no juego al femenino de tal cantidad. Cuando jugaba solía hacerlo con mi médico de cabecera. Diréis que vaya galeno, bebedor, jugador... Es que me gusta la gente dicharachera, chico. A ver si repito consulta en breve y no me toca esperar tanto como esta vez... Además paga, vamos, un chollo.

¿Nos echamos una ruleta? Me seduce su movimiento circular, los colores de Stendhal dando vueltas revolucionados pasan ante mis ojos de jugador compulsivo, los números marcan mi sino o no. El doble cero me da una oportunidad más para perder. Soy adicto al sube-baja, al giro, a la bola. Blanco, rojo, negro, verde, cromática ecuación. ¡Que le corten la cabeza!

lunes, 12 de enero de 2009

El talento de Mr. Ripley

He añadido a la lista de tarugos cum blog un nuevo enlace. Si pincháis en él os llevará al mundo de Sergi, un universo lleno de sarcasmo, ironía, negritud y mucha mala leche. No he tenido tiempo de leer todo lo que tiene colgado, que no es mucho, pero os recomiendo encarecidamente que leáis un post llamado Infierno terrenal, para partirse el pecho.

Además el cabrón tiene talento para escribir, bueno, para eso y todo lo que se proponga.

Por cierto, vaya movida la del Heaven de anoche. Y yo pensando en ir..., menos mal que no tenía un leuro y me quedé en casita, de buena me libré.

Tengo que hacer compra, voy yéndome...

viernes, 9 de enero de 2009

Apocalypse Now

Nevada de impresión en Madrid.

Enciendo la radio: gente atascada en un montón de carreteras durante horas. Alguno es tan palurdo que tras ver que todo estaba nevado ha cogido el coche y se queja por llevar cuarenta y cinco minutos para un quilómetro, ¡¡¡tooooooontoooooooo!!!

Mira que siempre avisan que si ves que nieva lo mejor es dejar el coche en casa. ¡Jodeos, paletos!

En televisión más de lo mismo. Más tontos quejándose porque no pasan las quitanieves, ¡pero si está todo atascado cómo van a pasar!, ¿qué esperan, que pasen arramblando con los vehículos que hay por medio?

En el aeropuerto colas delante de los mostradores de las compañías reclamando.

¡¡Es el caos!! Me encanta, jejejeje.

Me voy a ir al cine, tranquilamente, caminando. Y si me canso, pues al metro. Verás cómo no me quedo seis horas en ningún estúpido atasco.

miércoles, 7 de enero de 2009

El gran salto

Primeras líneas del año.

No tengo las ideas muy claras. Se me abre la boca. Creo que todavía no me he despertado de verdad, suelo tardar bastante en hacerlo. Estiro los brazos para ver si salgo del estado de letargo que me estruja contra sí con el objeto de no despegarse de mi cuerpo y, sobre todo, de mi mente.

No creo que Messi sea el mejor jugador del mundo, aunque no sabría decir quién ocupa ahora mismo ese lugar. En mi opinión el mejor debe tener un peso mayor en el juego del equipo del que tiene el pequeño argentino, no aparecer sólo de vez en cuando, debe tirar del mismo cuando las cosas vayan mal, echárselo a la espalda. Me parece que a Leo le falta eso, el gran salto.

Una vez dicho lo anterior, ayer vi el partido entre el Pateti y el Barça. Messi se salió. Cada vez que el balón rondaba cerca de él ocurría algo reseñable, aunque se tratase de las patadas que le sacudían. En una pared antológica que le devolvió de tacón Alves (jugador increíble) marcó el primer gol al poco de empezar.

En seguida se vio que los del Manzanares tenían un agujero en la banda izquierda y que les iba a costar parar al dúo Messi-Alves. El brasileño atacaba más que defendía (tampoco es que se viese obligado por los jugadores contrarios) y ayudaba constantemente a que aumentase el agobio de Pernía.

El segundo gol del FCB vino a raíz de una colada de Alves por su banda, puso un centro medido entre el punto de penalty y la portería adonde acudía como un rayo Messi y cuando quiso rematar, Heitinga le trabó la pierna por detrás con lo que cometió penalty y vio la roja. El mismo Messi se encargó de engañar a Coupet y marcar desde los once metros.

Pero lo mejor estaba por llegar. Leo volvió a recibir cerca de la banda como otras veces en el partido, se fue hacia dentro en paralelo con la línea de fondo y dejó tirados a cuantos contrarios salieron a pararlo, cuando estaba en la frontal del área pegó un latigazo que dejó boquiabiertos a todos cuantos lo vimos y que lamentablemente se estrelló en el larguero. Hubiese sido de antología.

Pero lo que hizo después no estuvo nada mal. Tras su enésimo desmarque a la espalda de la defensa recibió un balón medido de Iniesta (ayer poco participativo tras volver de su inactividad), se lo acomodó de espaldas al portero y en el mismo control se revolvió para regatear al francés y marcar a puerta vacía. La maniobra para deshacerse de Coupet fue prodigiosa, digna de un gran jugador.

Aparte de en estas jugadas intervino bastante a lo largo del partido cuajando una noche magnífica. Siempre creando peligro, haciendo lo requerido en cada momento, sirviendo de referencia.

Cuando Guardiola decidió cambiarlo el Calderón se puso en pie para despedirlo aplaudiendo menos unos cuantos zoquetes que se dedicaron a silbar. Si mantiene regularmente la influencia en el juego que tuvo anoche y, por supuesto, esa capacidad para ser decisivo está claro que el trono es suyo.