viernes, 12 de marzo de 2010

Peluquero

Todavía estoy perplejo. Ayer fui a la peluquería, una mixta con bastante personal, a que me cortasen el pelo. La última vez ya fui a la misma y aproveché para teñírmelo (esto lo explico porque después será necesario saberlo). Tras una breve espera vino a atenderme uno de los empleados. Le expliqué que lo quería corto y demás. Hasta aquí todo normal, lo que me dejó helado fue lo que vino a continuación.

Justo antes de empezar con el corte el peluquero me avisó de que tenía que cobrarme más del precio normal. Le pregunté que por qué y me vino a contestar que dado que mi cabeza es bastante grande perdía más tiempo conmigo que con cualquier otro cliente de medidas más comunes y por tanto debía pagar 15 euros en lugar de los 9,95 que es la tarifa habitual. Obviamente me quedé bastante flipado e incluso por un breve instante pensé que era una broma pero se notaba que me lo estaba diciendo totalmente en serio. Uno sabe que es cabezón y en el colegio, de vez en cuando había alguno que me lo recordaba, de hecho ni me importa, pero una cosa es que te lo digan y otra que pretendan hacer negocio a costa de mi testa.

Anonadado como estaba en lugar de irme o mandarlo a tomar por culo, todavía no sé por qué, entré en un debate estúpido. Le expliqué que hace dos meses no me cobraron más por cortármelo y, es más, teñírmelo, con la cantidad de más de tinte que debieron de emplear en relación con otros clientes. Me contestó que no sabía puesto que él no estaba aquel día e insistió en que o pagaba los 15 euros o no había corte.

Tras discutir un rato con él me dirigí a otra empleada que se dedica a recibir a los clientes y colgarles los abrigos que estaba al tanto de nuestra conversación. La recordaba de la vez anterior y le hice ver que aquello no tenía sentido, que le dijese algo a su compañero. Ante mi incredulidad creciente se limitó a contestarme que no era asunto suyo, que lo solucionase con su colega.

Tras cinco minutos de surrealismo supremo decidí irme, obviamente, con la misma cantidad de pelo con la que había entrado y sin desembolsar un solo euro sintiéndome realmente extraño, eso sí, por ser cabezón.