lunes, 18 de octubre de 2010

Inmutabilidad

Llevo algún tiempo dándole vueltas a un asunto interesante, al menos para mí. Me he percatado de que la primera parte de mi vida la pasé creyendo tácitamente (en ningún momento recuerdo que me parase a pensar en ello) que ciertos aspectos eran inmutables: amigos, comportamiento de los mismos, modo de ver la vida, relaciones familiares, "status" social, cualidades personales y algunos más que tampoco merecen más detenimiento.

En buena medida uno se agarraba a esas cuestiones que parecían fijas, seguras, en unos tiempos en que todo muta cada vez más rápidamente, en un mundo más incierto (a tal respecto recomiendo leer Tiempos líquidos de Zygmunt Bauman), con la intención de tener referencias claras a las que acudir cuando la aceleración del universo se hace insostenible.

Pero no, no sirve de mucho agarrarse a nada pues (alguno pensará que ya era hora) he descubierto que no existe nada inmutable. Todo, absolutamente todo, es susceptible de variación. Cambian los amigos, incluso esos que renegaban de mil cosas ves que se las van tragando una tras otra, de hecho bastantes dejan de serlo realmente aunque subsista cierto vínculo porque cambian las afinidades; se van unos pero se encuentran otros; varía el modo en que se afronta la existencia, para bien o para mal, en fin, el cambio es la constante.

El paso del tiempo, que a medida que se van cumpliendo años, nos parece más rápido colabora a hacer más veloz la percepción que tenemos de los cambios a nuestro alrededor por lo que se acentúa la sensación de mutabilidad de lo que nos rodea e, incluso, de nuestros sentimientos. En tal contexto el concepto clave creo que es el de adaptación, al menos si se pretende sobrevivir de manera sólida en este universo cambiante.