Ya hemos llegado a 2010. Para alguien a quien el hecho de haber cambiado un número de año por otro no le resulta más especial que pasar de lunes a martes, de las cinco y veinte a las cinco y veintiuno o cambiar de autobús (esto suele ser más trascendente), por cierto, qué manía tan estúpida tenemos los humanos de ir etiquetando todo con números y palabras (estilos musicales, por ejemplo), no debería representar absolutamente nada tal cambio.
Pero, fíjense por dónde, en este caso sí que me afecta; no el cambio del numerito en sí, sino lo que conlleva: el principio del fin de la espera, la activación irrevocable de las ilusiones, la ineludible cercanía de la meta. Ya era hora, ¡estamos en año de Mundial! ¡Y somos favoritos de verdad por primera vez desde que vivo! ¡Oeoeoeoeoeooeoeoeoe!
Se hace larga la travesía que va de un Mundial a otro, la Eurocopa ayuda con su parada a mitad de trayecto, pero es demasiado camino. No obstante, aun con lo vasta que es la espera recuerdo muy bien bastantes cosas del último, el de Alemania cabezazo de Zizou aparte, sí Zizou, del que se decía en la prensa amarilla española que estaba viejo y lo íbamos a mandar a casa; también del anterior, el de Japón y Corea más allá del peinado de Ronaldo (el maravilloso gordo, no Cristiano) o la triste actuación de España que no pudo eliminar a unos hombrecillos corredores, aunque estuviesen Al Ghandur y sus jueces de línea de por medio, pero de éste tengo menos información almacenada porque tampoco vi demasiado (se aliaron mi trabajo de entonces, cierto desorden en mi vida y la patética Antena 3); recuerdo nítidamente el de Francia, maldita Nigeria, precioso París, por supuesto el de Estados Unidos, regreso de Baresi para jugar la final, el golazo de Gica, y el trinomio Sandor Puhl+Tassotti+Roberto Baggio (grande Baggio, grande).
Si siguiera echando la vista aún más atrás me daría cuenta de que también recuerdo Italia '90, el peor que he visto nunca y de donde pocas historias merecen la pena rescatar, porque lo de Michel tuvo guasa, ¿y el penalti de la final? México '86, ¡qué gozada!, el gol de Michel, el penalty de Eloy, ¡puta mierda!, pero sobre todo, ¡Diego, Diego! La memoria me alcanza solo hasta el nuestro, el del año 82 con la policía vestida de marrón, todo llevaba la imagen de Naranjito pero lo mejor era la serie que repasaba la Historia de las anteriores ediciones (sería un regalo estupendo si alguien pretendiese hacerme alguno), el empate a uno contra Honduras, Zico, Sócrates, Eder..., la cadera de Schumacher impactando contra la cabeza de Battiston, Rossi, Paolo Rossi y también, por qué no, el viejo Sandro Pertini.
Hasta ahí llegan mis recuerdos de lo que vi en su momento. Obviamente sé que en el 1978 Argentina ganó su Mundial con un estelar Mario Kempes, aunque comprasen el partido contra Perú, pero eso lo sé porque lo vi tiempo después en programas de televisión. Un amigo de mi misma edad sí que se acuerda de esa edición. Fue su primer Mundial de verdad porque para el de la RFA ya habíamos nacido pero va a ser que no recordamos nada.
Sin pretenderlo de entrada he hecho una especie de repaso nostálgico. Aunque ya sabía lo importante que es un Mundial escribiendo los anteriores párrafos he sido más consciente aún porque me he dado cuenta de la cantidad ingente de recuerdos que guardo de ellos, recuerdos nítidos, inequívocos. Solo se recuerdan así los acontecimientos que van marcando nuestras vidas o, al menos, los que consideramos importantes y, sí, para mi un Mundial lo es. ¡Joder!, me emociono y todo, claro que tengo todavía una ligera resaca de M (no de Mundial) cuestión que seguro ayuda a que me afloren este tipo de sentimientos.
Sobra decir que daré un poquito la lata por aquí con esto que se avecina.
Hordas futboleras, ¡¡enhorabuena!!
1 comentario:
El Mundial del '94 y esas quedadas en Pellejero Villoria destrozando la apacible vida del vecindario y bajar desde Garrido con la bandera y entrando en bares de barrio gritando ¡España! ¡España!
Éramos jóvenes, inconscientes y futboleros.
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